sábado, 19 de noviembre de 2011

Hojas de árbol

Hola de nuevo.

Si hola; es lo único que se me ocurre decir después de tanto tiempo sin actualizar.
Podría hablar de todo lo que ha sucedido estos meses, podría hablar de las clases, podría hablar del Gamefest, de la gente que conocí allí, podría hablar de la Japan weekend, podría hablar de las fiestas de mi pueblo, podría hablar de todas las cosas que han sucedido desde que las hojas de los árboles se pusieron amarillas y comenzaron a caer.


Y sin embargo, digo hola.


No entiendo por qué este blog se está convirtiendo en el lugar dónde expreso mis pensamientos, mis remordimientos, se está convirtiendo, poco a poco, en la estrella a la que dedico canciones esas noches que no puedo dormir.


Bueno, en cierto modo, supongo que es porque tengo miedo a decir lo que pienso y por eso me refugio en un oyente invisible, colectivo, pasivo.
En alguien que escucha sin juzgar.

Muchas cosas han pasado estos meses, y muchas otras más. Y me estoy dando cuenta (me he dado cuenta) de que mi vida se asemeja mucho a la de un árbol.
Los recuerdos van llenando sus ramas, las personas ocupan la corteza y las raíces de las relaciones, algunas se vuelven superficiales y mueren por el contacto con el exterior y otras se vuelven profundas y se clavan en la tierra.

Y al llegar el otoño…

Las hojas se caen y todo vuelve a comenzar.



Pero el árbol sigue siendo el mismo, crece y crece, aunque las hojas van siendo sustituidas, las raíces desaparecen bajo el suelo y la corteza se cae por el nacimiento de una nueva.


Adoro el otoño.
De hecho, últimamente me he dedicado a recoger hojas.
A recoger recuerdos, pegarlos en un papel y observarlos detenidamente.

Me he dado cuenta de que yo misma he cambiado.
Pero en el interior sigo siendo el mismo árbol.

“-¿No ves mi corazón? Tiene forma de estrella.
Cada una de las puntas se dirige hacia una persona.
Y por ello, tiene aristas infinitas.


-Pero… muchas de esas puntas están rotas.
-Lo sé. “


Un sabio dijo una vez, que lo que nos define a las personas no es lo que somos en sí, sino nuestros actos, nuestras acciones.

En definitiva, somos lo que hemos hecho y haremos.

Y en ese “somos” entran muchos factores en juego.

Entre ellos, los amigos.


Cada una de esas personas que ha pasado por nuestra vida, ha dejado una huella.
Muchas de esas huellas desaparecen, otras, son tan profundas que nunca se olvidan.
Otras se convierten en un corte que sangra de vez en cuando, cuando nos damos la vuelta para mirar al pasado.

Me prometí seguir sin mirar al pasado.

¿Pero oh, si somos lo que fuimos, no estamos acaso negando lo que somos sin nos negamos a ver lo que fuimos una vez?


Y es por ello, que hoy, miré a las hojas, a las huellas, a las puntas de estrella que han estado detrás de quien soy.
Y me doy cuenta de que me siento agradecida hacia ellas.
Aunque algunas estén borrosas.
Aunque algunas sangren y duelan.


Son parte de mí.

Gracias.

A Gala… por enseñarme qué era la amistad.
A Jesús… por demostrarme que ser diferente no era negativo.
A Nerea… por demostrarme que es ser fuerte, por enseñarme a dar un paso y no retroceder nunca.
A Elsa… por enseñarme a valorar una amistad y plantearme el lado bueno de las cosas.
A Borja… por mostrarme la calidez que denota tener un hermano.
Y también lo fría y dura que es la realidad a veces.
A Sarita… por hacerme valorar una cosa que me hace esencial, mostrar un apoyo increíble, y siempre estar dispuesta a todo. Tú me has enseñado el esfuerzo.
A Óscar… porque es esa persona que hace lo imposible, porque lo da todo sin recibir nada a a cambio, por enseñarle al mundo que las injusticias están ahí, pero somos fuertes para soportarlas y darle prioridad a otras cosas.
A Ana y a Rocío… porque cada día me demuestran que estar solo es difícil, que la vida tiene baches y hay que saber ponerles cada día una cara distinta, por preocuparse por mí, por cuidarme.
A mi otra Ana... porque me enseña a ver un punto de humor hasta en lo más negro.
A Sara… por valorar la confianza, por las tardes de hablar sin parar hasta que nos lo prohíban, por los momentos interminables, por las risas que no paran nunca.


Algunos se quedarán, otros se los llevará el viento.
Otros, sin embargo, se guardarán un pedacito de mi estrella, para que cuando sangre por las noches me acuerde de ellos.


Pero todos formarán parte de mi historia.


¿Y qué sería yo, el árbol, sin las hojas que se han ido cayendo al suelo para alimentar mi sustrato?

Yo soy una persona más en el mundo, un árbol en el bosque, y sin embargo.
Me gustaría moverme y convertirme en la leña que alumbra las caras de quien quiero.


“Si pudiera, juntaría, la luna y el sol.
Si pudiera, te ofrecería, toda mi luz y el calor.
Si quisiera, atraparía, una estrella, para ti.
Todo esto, simplemente…
Para hacerte, sonreír. “


Y hasta aquí mis cavilaciones.