>>No importa lo que hagas.
Porque al final, siempre estarás solo. <<
Hola gente, escribo esta entrada con ánimo de desahogarme, asique si no queréis aburriros con mis problemas es mejor que no la leáis…
… aunque tampoco es que importe mucho lo que yo diga, ¿verdad?
Hace ya un tiempo… no recuerdo cuando empecé a sentirme así.
Parece que las cosas me resbalan. Me siento una mera espectadora de las vidas de los demás, que no vive la suya propia.
No me malinterpretéis, me encanta ayudar y escuchar a quienes me importan.
Pero espero que, de igual modo, los demás lleguen a un punto en que dejen de hablar de sí mismos y se preocupen por mí.
Parece que no funciona. Lleva ya un tiempo pasando.
No sé conservar su atención.
Gente a la que quieres y en quien confías dejan de hablar contigo; has dejado de serles útil y te desechan cual juguete roto porque encontraron a alguien nuevo, más interesante.
Te quedas sólo, en la oscuridad, deseando que, algún día cercano se acerquen de nuevo, para recibirles con los brazos abiertos.
Pero a mí se me han cansado los brazos de tanto esperar ya. Los he bajado y los he cruzado sobre mi estómago. Y hay quien dice que, cuando miro distraída por la ventana de clase, parece como si alguien a quien quiero haya muerto. Quizás tengan razón.
Una parte de mí misma está muriendo poco a poco, soportando los problemas, el estrés, y las inquietudes de los demás.
Y si yo a ellos les importara del mismo modo quizás pudiera ser una carga llevadera.
Pero no. En realidad, no valgo nada. Soy una sombra, un fantasma, una gota de lluvia, polvo flotando en el aire. Tan sólo soy una carcasa vacía donde esconder temores y miedos, y una vez llena, ya nadie me aprecia.
En serio, hay veces que, mientras escucho, callada, una voz en mi interior dice;
“¿Y a mí, qué me importa?”
Pero por desgracia, carezco del valor de mandar a todo el mundo a la mierda así cómo así. Tengo miedo de hacerlo.
Tengo miedo de la soledad.
Tengo miedo del horror más frío, del vacío más absoluto.
Ése en el que estuve atrapada tanto tiempo.
N-no quiero regresar. No quiero quedarme sola. Y tampoco quiero que las personas a las que aprecio les ocurra.
No se lo desearía a nadie en el mundo, por mucho mal que me haya hecho.
Pero, me pregunto. Con rabia. ¿No podemos hablar de otras cosas? Tú, tú, tú y solamente tú. Todos los días, a todas horas.
¿No ves que ya estoy cansada?
¿No ves que, sé de sobra de lo que me hablas, y por eso aparto la mirada y bajo la vista?
Estoy sola, en una cámara insonorizada, con un murmullo incesante de fondo. Gritando interiormente por un poco de silencio. O mejor, por una mirada preocupada, en vez de todas esas sonrisas falsas.
Pero entonces la otra voz en mi interior se levanta y lucha contra el vacío.
“Debes escuchar, sé paciente. Tus problemas son un mal menor ahora.
Vamos, sonríe.”
No tengo fuerzas ya. Necesito una mano que me levante y me sostenga un momento, hasta que sea capaz de recuperarme sola.
Luna, Luz, Cometa. Os necesito. ¿A dónde fuisteis? ¿Qué ha sido de vosotros? ¿Por qué marchasteis? ¿Quién….
quién me va a dar un abrazo y a esperar callado a que deje de llorar, en silencio…?
...
...Yo… estoy sola.
Sola, en la noche. Mirando a las estrellas. Deseando que alguna brille por mí.
Soy una persona más en el mundo. Camino por la calle y me cruzo con la gente. Y nadie se fija en mí, del mismo modo que yo en los demás.
Es lógico, es normal. Nadie ve el sufrimiento tras mi sonrisa. Y yo no soy capaz de hacerlo salir, de gritar, de golpear algo y desahogarme.
Mierda, se me nubla la vista. Rápido, sécame los ojos para que dejen de sangrar.
¿Qué no ves que mi mirada se ha vuelto hueca y mi sonrisa vacía?
Aunque, en el fondo, no importa. Nada importa.
Porque cuando yo me vaya.
Nadie me acompañará en el camino.
No importa lo que hagas.
Siempre estarás solo.
Hasta el final.