Hoy (¡Gracias a dios!) no vengo con ningún pensamiento tortuoso en la mente. Estoy un tanto melancólica, ya que hemos asistido a una convención con el pack completo (actividades, compras, grupal de cosplay y sesión de fotos ¡vamos, como en los viejos tiempos!) y me he puesto a pensar cuánto tiempo más durará esta afición hacia esta cultura, este modo de pasar el tiempo libre, las tardes y los días.
Me pregunto cuándo me cansaré de ver series viejas y nuevas, de dibujar a los personajes que las protagonizan, de jugar horas interminables a videojuegos que cambiarán mi punto de vista sobre muchas cosas, de coser noche sí y noche también para estar a punto el día del evento, de reír y bromear, y pasarlo en grande con mis amigos.
De corazón os digo que espero que ese cansancio nunca llegue.
Algunos me llamarán infantil o friki o inmadura, pero sinceramente ¿No tenemos todos derecho a un hobbie? ¿Por qué la cultura del manganime o los videojuegos es un estigma tan grande en la sociedad? hay gente que prefiere pasar su tiempo libre de copas, viendo al novio o a los colegas o yendo al cine (lo cual, no me malinterpretéis, me parece un plan perfecto para cualquier fin de semana y para nada desagradable); pero a mi me gusta mucho empezar series nuevas, ver cosplay de sus personajes, hablar con gente que comparte esa misma afición conmigo. ¡Y las expos y japans son el lugar idóneo para hacerlo!
Vale que los eventos cada vez tienen peor organización, y puede que siempre sean las mismas cosas pero ¿nunca os habéis parado a pensar, que el nivel del diversión es proporcional a lo dispuestos que estemos nosotros a divertirnos? Siempre hay eventos distintos, charlas, exposiciones por ver, ¡y además! ¡la gente no es siempre la misma! es una gran oportunidad para hacer amigos, ¿no es así? sinceramente, no comprendo muy bien a la gente que se "aburre" de asistir a estas celebraciones... quizá algún día lo comprenda, pero no en este momento.
Sin embargo me molesta bastante ver gente que se mofa de esta manera de pasar el tiempo, gente que dice que ya han pasado esa etapa de su vida y que no se ven volviendo a ella, y que sin embargo se meten con aquellos que disfrutamos con ello. ¿Soy yo o me parece un tanto contradictorio? "Vive y deja vivir" decían Timón y Pumba. Si algo no te gusta y no quieres tener nada que ver con ello, ¡qué uso tiene criticarlo y quejarse de las alegrías ajenas! ¿No será que, en el fondo, está hablando la envidia?
Me da mucho que pensar.
Nadie sabe qué aficiones tendrá en el futuro, pero yo me veo perfectamente asistiendo a salones un par de años más, incluso aunque mis amigos y conocidos decidieran cambiar de gustos y tuviera que ir por mi cuenta (no sería la primera, ni la última vez que llego sola a un evento, y vuelvo con 10 contactos nuevos con los que pasar el tiempo libre) , siempre me ha gustado cosechar nuevas historias ¡Llamadme inmadura si queréis, pero yo sé perfectamente dónde buscar la diversión!.
Y con estas cavilaciones me despido hasta otra entrada.
sábado, 17 de mayo de 2014
domingo, 16 de febrero de 2014
Una se acaba cansando.
Hoy vengo con un pequeño pensamiento al blog, un pensamiento venenoso, que probablemente me costaría mucho si llegase a extenderse.
Me he dado cuenta de que estoy cansada.
Cansada de ser una estúpida.
¡Porque no lo soy!
Estoy cansada de preocuparme por problemas que no son míos, por las batallas de otras personas, personas que tan solo me dan una palmadita en la espalda por participar.
¿Que acaso no se dan cuenta de lo mucho que me esfuerzo? De que acabo recibiendo más heridas de las necesarias. ¿De que no es mi obligación estar ahí? De que lo hago porque quiero.
Estoy cansada de que personas que no me conocen se atrevan a juzgarme.
¿Que acaso cuesta tanto acercarte y saludar? Descubrir por uno mismo las distintas facetas de una persona, antes de hacerte una idea truncada de ella.
Estoy cansada de que se aprovechen de mi personalidad.
Por que, parece que lo que antes era un favor agradecido ahora se convierte en una obligación forzada. Si me niego a hacer algo, entonces la mala soy yo, claramente.
Estoy cansada de alargar el brazo para alcanzar a los demás, y que esas personas no muestren ni el más ligero interés en cogerme la mano y rezagarse. Caminar a mi lado.
Estoy cansada de aguantar berrinches inmaduros , que provocan discusiones tontas ¡Que no deberían haber surgido en el primer momento!
Estoy cansada de los gritos.
Estoy cansada del miedo.
Estoy cansada de llorar y luego sonreír cómo si no pasase nada.
Pero sobre todo...
¡Sobre todo!
Estoy cansada de sentirme sola.
Parece que ese es mi único cometido y estoy harta. Harta de cambiar para no ser aceptada. Harta de tratar de ser perfecta, cuando está claro que no lo soy.
Harta, harta, tan harta...
Tan harta que muchas veces pienso en qué es lo que me ha llevado hoy aquí, en cómo sería mi vida si no hubiera tomado determinadas decisiones.
¿Me sentiría sola y estúpida, en un mundo lleno de seres egoístas, o formaría parte de ellos y conseguiría (¡Al fin!) estar acompañada?
Por ahora solo puedo esperar y desear que las cosas cambien.
Esperar en silencio, oculta, sola y, sobre todo, muy cansada.
Me he dado cuenta de que estoy cansada.
Cansada de ser una estúpida.
¡Porque no lo soy!
Estoy cansada de preocuparme por problemas que no son míos, por las batallas de otras personas, personas que tan solo me dan una palmadita en la espalda por participar.
¿Que acaso no se dan cuenta de lo mucho que me esfuerzo? De que acabo recibiendo más heridas de las necesarias. ¿De que no es mi obligación estar ahí? De que lo hago porque quiero.
Estoy cansada de que personas que no me conocen se atrevan a juzgarme.
¿Que acaso cuesta tanto acercarte y saludar? Descubrir por uno mismo las distintas facetas de una persona, antes de hacerte una idea truncada de ella.
Estoy cansada de que se aprovechen de mi personalidad.
Por que, parece que lo que antes era un favor agradecido ahora se convierte en una obligación forzada. Si me niego a hacer algo, entonces la mala soy yo, claramente.
Estoy cansada de alargar el brazo para alcanzar a los demás, y que esas personas no muestren ni el más ligero interés en cogerme la mano y rezagarse. Caminar a mi lado.
Estoy cansada de aguantar berrinches inmaduros , que provocan discusiones tontas ¡Que no deberían haber surgido en el primer momento!
Estoy cansada de los gritos.
Estoy cansada del miedo.
Estoy cansada de llorar y luego sonreír cómo si no pasase nada.
Pero sobre todo...
¡Sobre todo!
Estoy cansada de sentirme sola.
Parece que ese es mi único cometido y estoy harta. Harta de cambiar para no ser aceptada. Harta de tratar de ser perfecta, cuando está claro que no lo soy.
Harta, harta, tan harta...
Tan harta que muchas veces pienso en qué es lo que me ha llevado hoy aquí, en cómo sería mi vida si no hubiera tomado determinadas decisiones.
¿Me sentiría sola y estúpida, en un mundo lleno de seres egoístas, o formaría parte de ellos y conseguiría (¡Al fin!) estar acompañada?
Por ahora solo puedo esperar y desear que las cosas cambien.
Esperar en silencio, oculta, sola y, sobre todo, muy cansada.
jueves, 24 de octubre de 2013
Opiniones
Ha llegado un momento de mi vida que, realmente, estaba
temiendo que llegase.
La integración en la política.
Poco a poco, cada vez más, me doy cuenta lo fuertes que son
las convicciones de una persona, de lo mucho que nos puede hacer cambiar una
idea implantada por otros, de lo manipulables que somos. De las condiciones a
las que está sometida la sociedad.
La universidad es un mundo nuevo en ese aspecto, los
alumnos, la gente, es más madura, comienza a preocuparse por cosas cómo la
justicia, la moralidad, es normal, somos más cultos, más mayores, más adultos.
Pero hay mucha gente que sigue actuando como un niño. Y yo
realmente me pregunto sí, en algún momento dejamos de serlo.
En el fondo todos somos niños, niños ocultos tras la fachada
de la madurez, que han ido captando ideas y asociándolas, niños que han sido
influenciados por su medio de una manera inconsciente y se relacionan con él en
torno a sus convicciones. Supongo que es
a eso a lo que se refieren los literatos cuando dicen que buscamos a nuestro
niño interior, que a veces lo dejamos salir...
Me desvío del tema. Lo siento.
Escribo esto sentada en un banco de la facultad, facultad
que, he de decir que está vacía por la huelga general convocada hoy.
¡No estoy aquí para criticar esta situación! Claro que no.
De hecho estoy a favor de ello, me parece admirable que haya gente que quiera
salir a la calle a protestar por sus derechos, a ir con sus temores pintandos
en el rostro para que todo el mundo les mire y se conciencien de las cosas que
pasan.
Pero no por apoyarla desde los márgenes voy a dejar que me
arrastren dentro.
Es todo estadística, en realidad. Si tanta gente está en
desacuerdo con las medidas elaboradas por el gobierno, lo único que tienen que
hacer esperar un par de años y entonces votar a otras personas para decidir las
cosas. Pero en la democracia, lamentablemente, no rigen los ideales o la
moralidad de un grupo individual, rigen las de todo el mundo, de la mayoría.
Y puede que no sea el sistema más justo, ¿pero qué sistema
político lo es? Nunca va a llover a gusto de todos, sobre todo si hay intereses
económicos e ideales de por medio.
En España tendemos a ver las cosas blancas y negras, azules
y rojas.
¿Pero no es cierto que hay muchas gamas intermedias entre
esos colores? ¿Qué hay del gris, o del morado?
Con poco que defiendas el derecho a la educación pública te
llaman comunista.
Con poco que te muestres a favor del ahorro de gastos te
llaman fascista.
El otro día hablando con un amigo me dijo que también es
posible que las cosas sean tan radicales porque estamos influenciados por algo
que apenas sucedió hace un siglo. La recesión dio lugar a un país roto, que se
aferró a la política, a la democracia, con fuerza, e incluso los niños que hay
en nosotros, que no vieron las barbaries que la guerra dejó tras de si, somos
conscientes de ello. El abuelo o la abuela contando sus historias, los padres educándonos desde que nacimos para decirnos
qué está bien o mal…
Pero tendríamos que ser capaces de decidir por nosotros qué es
lo correcto.
Pensar ¿Si esto molesta a tanta gente, por qué no se hace
nada? ¿Qué estamos haciendo mal?
No basarnos en lo que nos dicen las noticias, o los amigos,
o la familia sobre ello. ¡Por dios! ¡Ni siquiera los libros son fiables en este
aspecto!
¿Y eso por qué?
Porque todo está influenciado por las personas y sus ideas
individuales.
Si tienes un profesor muy nacionalista enseñándote historia,
no será lo mismo que si fuera comunista, o
fascista, o teólogo.
Si lees un libro escrito por alguien con ideales de
derechas,¿ cómo vas a saber el punto de vista de la izquierda con respecto a
esos temas?
Todos deberíamos ser capaces de ser conscientes de esto, de
no creer en todo lo que nos cuentan, de no dejarnos influenciar.
Pero cómo he dicho, hay muchos que aún siguen siendo niños,
y no son capaces de ver ese velo difuso que oculta la verdad en todo lo que
oímos, vemos, leemos.
Niños que, se aferran a sus ideales y tratan de imponértelos
de la misma manera que se los impusieron a ellos. Niños que se vuelven
violentos cuando les llevas la contraria. Que tienen pataletas.
¿Cómo pretendemos arreglar las cosas si la mayoría no somos
realmente ni adultos? En serio que a veces parecemos ovejas, siguiendo a un
rebaño, de un modo u otro. ¿Tan poca personalidad tiene la gente? ¿Tan
influenciables somos?
A mí me da mucho que pensar.
viernes, 27 de septiembre de 2013
Anonimato.
*suspiro largo*
No sé ni cómo empezar esta entrada.
No tengo conexión wi-fi, y puede que lo que pienso ahora con
respeto a lo que voy a hablar en un par de semanas no signifique nada, pero me
siento en necesidad de explayarme. Y parece que este sitio es el único en que
tengo “libertad de expresión” con muchas comillas.
En internet es usual escudarse tras el anonimato al actuar.
No es sensato dar tus datos, tu dirección, enseñar tu cara, o contar tu
historia personal a completos desconocidos cuyas mentes podrían ser lo más
retorcido que existe. El anonimato es una máscara de protección, un escudo.
Aunque hay mucha gente que gusta de usarlo cómo arma y
arrojárselo a la cara a otras personas, para después ocultar la mano que tiró
la piedra.
En la red, puedes escoger quien quieres ser, puedes formarte
una reputación completamente distinta a la que tienes en la vida real, puedes
decidir quién ser. A fin de cuentas, ¿Qué saben realmente de ti un puñado de
desconocidos?
Personalmente me parece algo que indagar, de estudio
incluso, lo distinta que puede ser la gente cuando está hablando con un
desconocido.
Y es asombroso porque, a menudo, lo que es realmente una
tapadera es tu vida real. Quien eres tu realmente, tu manera de pensar, o de
expresarte, es mucho más fácil de mostrar bajo la ilusión de que es una máscara, y
pensar que hay alguien anónimo, que no tiene ideas preconcebidas de ti, desea,
quiere, prefiere pasar su tiempo libre online tratando de conocer a esa persona
que tratas de mostrar, es extraordinariamente satisfactorio.
Todos los que hacemos vida social online vivimos con un
miedo. El miedo de ver que la persona tras la máscara que has estado tratando
de conocer, sea alguien completamente distinto en la realidad. Miedo de
descubrir que tu mejor amigo peruano en realidad es un pederasta que vive en tu
barrio, o miedo de que aquel de quien crees haberte enamorado en realidad sea
un gilipollas compartiendo unas risas con unos colegas haciéndose pasar por
otra persona.
Son casos muy extremos, ¿verdad? Pero yo conozco muy bien
ese miedo.
Es por eso que, la primera vez que desvirtualizo a alguien,
siempre recupero algo de fe en la sociedad. Pensar que esa persona a la que
apenas conocía de nada, ha formado parte en cosas que la mayoría de la gente
IRL desconoce, y que es real, y existe, y que hay gente buena en el mundo y
solo hay que buscarla, me llena de afecto.
Sin duda internet ha revolucionando las relaciones sociales
tal y como las conocemos. En tal punto, que las generaciones actuales no la
entienden y a menudo la rechazan. Me pregunto si, cuando yo tenga hijos, todo
habrá vuelto a cambiar, y será mucho más fácil comunicarse y conocer gente
nueva.
Me pregunto si será también más fácil dañar a los demás.
Porque es cierto. Hoy día no es necesario conocer a una persona
para hacerla sufrir ¿no es asi? Unas pocas palabras, expresadas de la manera
adecuada, pueden herir de la forma más profunda.
Pero hay gente que no comprende eso. Esa fuerza. La fuerza
que nos da el anonimato.
(Oh dioses, ahora me vino a la cabeza el cómic de V de
Vendetta, o la organización Anonymous ¿Los conoceis? Si sí, seguro que estais
pensando lo mismo que yo.)
Hoy día, algo tan bonito como la comunicación entre personas
anónimas puede ser una fuerza imparable. Sobre todo si esa fuerza se conjura en
un lugar como la red, en este gran baile de máscaras. Una palabra de alguien
influyente en la red puede mover masas de gente anónima.
Gente que no conoce a los demás, que pueden atacar en base a
una idea preconcebida.
Eso en la vida real, es algo impensable.
Y con esto llego al punto que me ha llevado a escribir esta
entrada.
¿De verdad es bueno seguir tan ciegamente algo desconocido?
Una persona con cabeza ni se plantea la respuesta…
…no.
No.
¡No!
¡Claro que no! ¡Es absurdo!
Tenemos derecho a opinar, a mostrar nuestras ideas, a que
nos den la oportunidad de pensar, de indagar, de conocer.
Yo, personalmente estoy harta de callarme, de tener miedo de la opinión de desconocidos
en un baile de máscaras.
Estoy harta de que la gente use el anonimato para escudarse
y crecerse ante otras personas. ¿Por qué lo hacen? ¿Se sienten superior al
resto de los internautas?
Aquí todos entramos con la misma máscara en blanco.
Somos iguales.
Es sinceramente absurdo.
¿O acaso no nacemos todos desnudos y morimos exalando un
último suspiro?
viernes, 5 de julio de 2013
La corsetería de las relaciones.
"El ser humano es una criatura sociable."
Es cierto que las personas necesitamos rodearnos de gente
para coexistir. Hay muy poca gente “realmente antisocial”. En el sentido más
estricto de la palabra.Todos necesitamos lazos, uniones, hilos, que nos
conectan los unos a los otros. Pueden ser lazos afectivos. Lazos familiares.
Lazos.
Siempre hemos de tener a alguien que nos apoye. Porque
sostener el peso de uno mismo, a veces se hace muy duro. Estar realmente solo
es, en mi opinión, un peso de infinita crueldad.
Todos tenemos miedo de la soledad.
Y es por eso que, directa, o indirectamente, nos rodeamos de
personas que comparten ese mismo miedo, personas compatibles con quien pasar
nuestros momentos, con quien sentirnos cómodos. Establecemos relaciones. Pero
hay momentos en las que esas relaciones han de ser reguladas.
En realidad, todos esos lazos están clasificados, según su
origen, su tipo , lo que los hace fuertes, su duración. Todo, todo, es una gran pirámide.
Es por ello que en su cúspide, no puede haber demasiados
lazos, porque entonces esas relaciones estarían destinadas a descarrilar, a
despeñarse por las aristas, y a perderse en el vacío. Pero tampoco puede haber
una pirámide sin base, porque en caso de que la parte superior se desgastase, podríamos topar con el vacio más
rápido de lo que pensamos.
Nos necesitamos los unos a los otros. Pero también
necesitamos nuestro espacio.
Amor, amistad, compañerismo, simpatía ; son distintos grados
de una misma cosa y el necesitarlos no nos hace débiles, simplemente nos hace
más humanos. Pero hemos de saber diferenciar un tipo de lazo de otro, y hemos
de saber retirar aquellos que sólo peligran enmarañar nuestra red social, y
guardar muy dentro aquellos que mantienen unidas las piezas que conforman
nuestra alma.
Y hemos de saber respetar a aquellos que hacen sus
decisiones con respecto a sus lazos, hemos de tratar de comprender sus motivos.
La base de las relaciones es el respeto, y la confianza, da igual el tipo de relación
que sea. Una amistad, o una relación amorosa nunca puede ser forzada,
simplemente surge y ya está. ¿No es cierto? Surgen de cosas pequeñas, cómo
demostrar que estas cerca cuando te necesitan, mostrar afecto aún sin necesitar
un motivo en especial. Gestos, expresiones, risas.
Es por eso que no comprendo demasiado bien a aquellas
personas que van detrás de los demás...
O quizás si. Tienen miedo de no valer lo suficiente por sí
mismos. De que nadie repare en ellos.
Pero tampoco comprendo a esas personas que toman un lazo
fuerte, se lo atan al cuello, y pretenden usarlo para demostrar lo mucho que
valen.
A veces pienso que algunas personas se lo atan demasiado
fuerte.
Tan fuerte que no les llega el oxígeno al cerebro.
Y me da mucha lástima.
Somos P E R S O N A S.
TODOS sentimos, sufrimos, reímos, lloramos, callamos y nos
enfadamos.
¿Qué tiene de especial tener un lazo más o un lazo menos? ¿
Acaso nos hace mejor personas una pirámide más bien cónica o más cuadrada?
Ciudad de vuestros lazos.
Porque a pesar de que se corten siempre quedará un extremo
suelto atado a nuestro corazón.
jueves, 23 de agosto de 2012
Compleja estupidez.
Hola bloggers (los pocos que continúan leyendo esto,
pequeños ninjas cotillas) supongo que os preguntareis a qué se debe mi larga
pausa escritora, mis ausencias repentinas y esas cosas, ¿verdad?
No podría detallar con exactitud todo lo que ha ocurrido en
los últimos meses, pero ayer, por la noche, me vi en la necesidad de buscar una
fuente de escape, algo que permitiera liberar –un poco- mi tumultada mente por
los sucesos acontecidos en la actualidad.
Y entonces pensé en el blog. Este pequeño lugar dónde, de
vez en cuando me abro al mundo.
Y aquí estoy.
No mentiré si digo que tengo problemas. ¡Muchos! Los típicos
de una adolescente que apenas alcanzo la mayoría de edad, pero lleva teniendo
la madurez que se le atribuye desde hace
mucho tiempo.
Pensé que los meses veraniegos fuera me relajarían ( y en
cierto modo, sí que lo hicieron) pero los retiros espirituales no duran para
siempre, y es entonces, cuando has dejado de pensar en los problemas, cuando
vuelven y te golpean con más fuerza.
Me siento estresada. Harta.
Hay veces en las que creo que la única con cabeza en
determinados asuntos soy yo misma.
Egocéntrica, pensaréis,¿ a qué viene todo esto?
Pues bien.
Siempre he tratado de permanecer en el lado neutral de las
cosas. Y a menudo lo consigo, no sin ello ganándome la desconfianza de ambos
bandos.
Siempre me ha dolido eso.
Para mí, que he conocido la más profunda oscuridad (hasta el
punto de tratar de sacarla de mi de manera forzada) las amistades, la gente que
me rodea, y todo lo que puede alegrarme un poco el día hace que me sienta
segura, como si me iluminaran.
Siempre he pensado que las almas de las personas son como el
cielo nocturno. Muchas veces está tan nublado que no hay luz ninguna a la vista,
otras, el brillo de la luna eclipsa al de las otras luces provenientes del
cielo. Y cuando ni uno ni lo otro ocurre, las estrellas velan por nosotros.
Las estrellas, los amigos. ¿Veis a dónde quiero llegar?
Cada persona que conocemos deja una marca imborrable en nosotros. Puede que en determinado
momento, nuestros destinos se separen, pero forman parte de nuestro pasado, de
nuestra historia.
En cierto modo yo siempre me he sentido agradecida hacia las
personas que me he encontrado. Por mucho daño que me hallan hecho. Son parte de
mí.
Personas que hicieron que me volviera más fuerte por mí
misma, que quisiera defender a los demás del dolor. Personas que me demostraron
que el mundo no es tan oscuro como el juicio pinta. Personas que me enseñaron a
creer en mí misma, en ser fiel a mis convicciones.
Es por eso que no conozco el rencor.
Me parece innecesario.
Quizás no estéis de acuerdo conmigo, pero pienso que una vez
una persona está fuera de mi vida y sé que no me va a hacer daño, no es necesario
volver a pensar en ella, o si acaso, recordar los buenos momentos con un toque
algo amargo, y la lección que su partida me enseñó.
Guardarle rencor a esas personas es darle una importancia
que, realmente, ya no tienen.
Además ¡Solo da problemas! ¿No coincidís conmigo?
Es por eso que cuando veo que hay gente que no sabe pasar
página. Que guarda rencor hacia quien le ha expulsado de su vida. No lo
entiendo.
¡No lo entiendo!
¿De qué sirve centrarse en el pasado? Así el presente no es más que un sinfín de
problemas y enredos que no conducen a ninguna parte.(Es un tanto irónico que yo
lo diga, teniendo en cuenta que, de vez en cuando me lamento por cómo han ido
las cosas ¡ pero de verdad que lo creo! )
Las discusiones que se centran en ello, siempre me han
preocupado.
Los problemas entre las personas que se quieren no surgen de
manera esporádica. Yo siempre he pensado que hay una razón para cada cosa.
No, no me trago que la gente sea “mala por naturaleza”.
Algún motivo oculto hay siempre tras el comportamiento del ser humano. Hasta
Freud Y Nietszche lo decían.
Yo siempre digo que, en las discusiones no hay buenos ni
malos.
Solo hay miedo, malentendidos, orgullo, y palabras por
decir.
Si todos supiésemos ser humildes, si pudiéramos ser empáticos
y ponernos en el lugar de la otra persona, en vez de cegarnos por la rabia y el
orgullo. Sabríamos reaccionar a tiempo.
Quizás en eso esté la clave de que rara vez yo discuto.
Veo las razones y los motivos de ambas partes. Y ambas me
parecen válidas. ¡Y me doy cuenta de lo estúpido de la situación! ¡De la
cantidad de cosas que se solucionarían con un “lo siento” o con tragarse un
poco el orgullo y abrir los ojos!
Es entonces cuando trato que las partes hablen, arreglen sus
diferencias, se den cuenta de lo que yo he visto con tanta facilidad.
Pero es entonces cuando me doy cuenta de que mucha gente
está ciega de inmadurez. Se niegan a ver
lo que es evidente.
La verdad en sí es dolorosa. Por eso es mucho más fácil
sumirse en la autonegación, ¿verdad?
Pero por desgracia, de ese modo, los problemas no hacen más
que acrecentarse.
Los seres humanos nos sentimos solos por naturaleza.
Desde siempre, buscamos la aprobación y la compañía de otras
personas, hasta encontrar a alguien que lo dé todo por nosotros a cambio de un
trato mutuo.
Nos aterra la soledad.
Es por eso que uno de nuestros mayores miedos es la muerte.
¿Nunca lo habéis pensado?
Cuando lleguemos al final de la vida, nos daremos cuenta de
que todo, nuestras experiencias, la gente que forma parte del firmamento que
adorna nuestra alma, no van a llegar a ninguna parte. Se difuminarán con
nosotros. Desaparecerán con el fin de nuestra propia existencia.
¿De qué sirve entonces, vivir?
Ya lo decía Nietszche “ Cuando el ser humano se dé cuenta de
la finalidad de su existencia, surgirá entonces la voluntad de vivir”.
En resumen.
Disfruta el trayecto mientras dure, porque al final del
camino, no habrá nadie que te acompañe. Y una vez llegues allí, y recuerdes
todo lo que ha acontecido, a todas esas personas que, ya no están en tu vida,
pero si en tus recuerdos; todas esas lágrimas, risas, abrazos, caricias,
experiencias, todo ello… entonces te darás cuenta de que, en cierto modo ellos
acabarán igual que tú.
Aún queda mucho para mi muerte (espero) y por eso, creo que
me gustaría recordar con cariño todo, sin rencor, sin miedo, sin dolor. ¿No lo querríais vosotros así?
Bueno, me he desviado del tema.
Con todo esto quería dejar claro que las personas que forman
parte de nuestra vida son siempre importantes en cierto modo.
Es por eso que nos
duele darnos cuenta de que ya no nos necesitan. Rechazamos esa idea.
A mí me pasa constantemente.
¿Pero qué le voy a decir a mis amigos? ¿Qué me molesta no
ser tan importante para ellos como yo creía?
¿Que siento ser una aburrida que hasta la gente se cansa de mi? ¿Qué me duele?
Sería lo más correcto.
Si de verdad importo a la gente, si de verdad me aprecian,
sabrán comprenderlo y negarlo todas las veces que haga falta.
Pero siempre está ese miedo.
El miedo a confirmar las sospechas. A que no te lo nieguen.
A verse solo.
Y es por eso que muchas veces veo como, gente a mi alrededor
que me importa, se va alejando sin darse cuenta. Hasta convertirnos en
completos extraños.
Y llega el día en que, ya me da igual, porque han dejado de
ser importantes.
Pero eso no quita que no sea doloroso pensar en ellos.
Así es como me lo tomo yo normalmente.
Pero otras personas luchan. Se resisten. Gritan como se
sienten a los cuatro vientos, pelean con uñas y dientes por hacerse escuchar.
Es admirable; en cierto modo. Me gustaría poder hacer lo
mismo.
Si no me pareciera tan inmaduramente innecesario.
Porque así sólo conseguimos provocar un conflicto con un
pequeño malentendido. Que pronto se torna una batalla a muerte llena de rencor
y sangre.
Muchas veces la batalla consigue aliviarse, y la amistad se
recupera, pero eso no quita que el historial entre vosotros esté limpio. Es
difícil olvidar algo que duele.
Quizás sea que soy un poco cobarde, que tengo miedo a quedar
manchada.
Porque al cabo de un tiempo esa pequeña mancha volverá a
morderos la nuca cuando menos lo esperéis.
La inseguridad estará ahí siempre.
Otra veces, la batalla acaba con ambos bandos heridos. Las
personas cortan el contacto y se retiran a tratar de recomponer su destrozado
orgullo.
Pero ambos, AMBOS, acaban malheridos.
Ambos recordarán ese momento como el que les separó.
Y probablemente al cabo de unos años lo recuerden y se
arrepientan, y piensen “Qué estúpido fui en aquel momento.” Y sonrían con
amarga madurez.
¿Por qué estamos tan ciegos?
¿Por qué nos sentimos solos?
¿Por qué somos tan orgullosos?
Sin duda, los seres humanos somos complejamente estúpidos.
lunes, 4 de junio de 2012
Sentirse pequeño.
>>¿Alguna vez, te has sentido pequeño?
No pequeño como un niño, como la inocencia pura y la juventud apresurada.
Pequeño en el sentido literal de la palabra. Como si todo a tu alrededor te superase.
Como si realmente, no importaras nada.<<
Os hablo en serio cuando digo que no debería estar escribiendo, mañana es mi examen general de la PAU y no lo he estudiado tanto como debería, pero necesito desahogarme, distraerme, dejar los ojos en blanco un momento y decirme a mi misma, en voz baja; ¡Tú puedes...!
Últimamente no me siento demasiado bien....
....no sabría explicarlo, supongo que he vuelto a sobrepasarme,a dar demasiado para los demás y muy poco a mí misma. Las broncas entre mis amigos se suceden y ha llegado a un punto en que siento ojeras en los ojos, por mucho que haya dormido. Estoy cansada de luchar... de estar siempre en medio.
Me duele la espalda por soportar peso durante demasiado tiempo.
Me siento acosada a veces, y otras completamente abandonada; supongo que este exilio es culpa mía, porque me he vuelto a cerrar sobre mí misma...
...no quiero que vuelva a pasar.
No quiero que vuelvan a hacerme daño.
Pero últimamente tengo esa sensación, de que algo horrible me va a caer encima.
Estoy inquieta.
Gente en la que confiaba no quiere hablar conmigo, las circustancias me alejan de los demás.
Supongo que me lo he ido buscando yo sola.
Porque soy pequeña, invisible. Insignificante.
Al menos es lo que yo creo.
He tratado de arreglarlo, lo hecho, hecho está.
Ahora solo queda ver que nos depara el destino y si las cartas son buenas.
No pequeño como un niño, como la inocencia pura y la juventud apresurada.
Pequeño en el sentido literal de la palabra. Como si todo a tu alrededor te superase.
Como si realmente, no importaras nada.<<
Os hablo en serio cuando digo que no debería estar escribiendo, mañana es mi examen general de la PAU y no lo he estudiado tanto como debería, pero necesito desahogarme, distraerme, dejar los ojos en blanco un momento y decirme a mi misma, en voz baja; ¡Tú puedes...!
Últimamente no me siento demasiado bien....
....no sabría explicarlo, supongo que he vuelto a sobrepasarme,a dar demasiado para los demás y muy poco a mí misma. Las broncas entre mis amigos se suceden y ha llegado a un punto en que siento ojeras en los ojos, por mucho que haya dormido. Estoy cansada de luchar... de estar siempre en medio.
Me duele la espalda por soportar peso durante demasiado tiempo.
Me siento acosada a veces, y otras completamente abandonada; supongo que este exilio es culpa mía, porque me he vuelto a cerrar sobre mí misma...
...no quiero que vuelva a pasar.
No quiero que vuelvan a hacerme daño.
Pero últimamente tengo esa sensación, de que algo horrible me va a caer encima.
Estoy inquieta.
Gente en la que confiaba no quiere hablar conmigo, las circustancias me alejan de los demás.
Supongo que me lo he ido buscando yo sola.
Porque soy pequeña, invisible. Insignificante.
Al menos es lo que yo creo.
He tratado de arreglarlo, lo hecho, hecho está.
Ahora solo queda ver que nos depara el destino y si las cartas son buenas.
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