sábado, 17 de mayo de 2014

¿Obsesión temporal o hobbie?

Hoy (¡Gracias a dios!) no vengo con ningún pensamiento tortuoso en la mente. Estoy un tanto melancólica,  ya que hemos asistido a una convención con el pack completo (actividades, compras, grupal de cosplay y sesión de fotos ¡vamos, como en los viejos tiempos!) y me he puesto a pensar cuánto tiempo más durará esta afición hacia esta cultura, este modo de pasar el tiempo libre, las tardes y los días.

Me pregunto cuándo me cansaré de ver series viejas y nuevas, de dibujar a los personajes que las protagonizan, de jugar horas interminables a videojuegos que cambiarán mi punto de vista sobre muchas cosas, de coser noche sí y noche también para estar a punto el día del evento, de reír y bromear, y pasarlo en grande con mis amigos.
De corazón os digo que espero que ese cansancio nunca llegue.

Algunos me llamarán infantil o friki o inmadura, pero sinceramente ¿No tenemos todos derecho a un hobbie? ¿Por qué la cultura del manganime o los videojuegos es un estigma tan grande en la sociedad? hay gente que prefiere pasar su tiempo libre de copas, viendo al novio o a los colegas o yendo al cine (lo cual, no me malinterpretéis, me parece un plan perfecto para cualquier fin de semana y para nada desagradable); pero a mi me gusta mucho empezar series nuevas, ver cosplay de sus personajes, hablar con gente que comparte esa misma afición conmigo. ¡Y las expos y japans son el lugar idóneo para hacerlo!

Vale que los eventos cada vez tienen peor organización, y puede que siempre sean las mismas cosas pero ¿nunca os habéis parado a pensar, que el nivel del diversión es proporcional a lo dispuestos que estemos nosotros a divertirnos? Siempre hay eventos distintos, charlas, exposiciones por ver, ¡y además! ¡la gente no es siempre la misma! es una gran oportunidad para hacer amigos, ¿no es así? sinceramente, no comprendo muy bien a la gente que se "aburre" de asistir a estas celebraciones... quizá algún día lo comprenda, pero no en este momento.

Sin embargo me molesta bastante ver gente que se mofa de esta manera de pasar el tiempo, gente que dice que ya han pasado esa etapa de su vida y que no se ven volviendo a ella, y que sin embargo se meten con aquellos que disfrutamos con ello. ¿Soy yo o me parece un tanto contradictorio? "Vive y deja vivir" decían Timón y Pumba. Si algo no te gusta y no quieres tener nada que ver con ello, ¡qué uso tiene criticarlo y quejarse de las alegrías ajenas! ¿No será que, en el fondo, está hablando la envidia?

Me da mucho que pensar.

Nadie sabe qué aficiones tendrá en el futuro, pero yo me veo perfectamente asistiendo a salones un par de años más, incluso aunque mis amigos y conocidos decidieran cambiar de gustos y tuviera que ir por mi cuenta (no sería la primera, ni la última vez que llego sola a un evento, y vuelvo con 10 contactos nuevos con los que pasar el tiempo libre) , siempre me ha gustado cosechar nuevas historias ¡Llamadme inmadura si queréis, pero yo sé perfectamente dónde buscar la diversión!.

Y con estas cavilaciones me despido hasta otra entrada.

domingo, 16 de febrero de 2014

Una se acaba cansando.

Hoy vengo con un pequeño pensamiento al blog, un pensamiento venenoso, que probablemente me costaría mucho si llegase a extenderse.

Me he dado cuenta de que estoy cansada.

Cansada de ser una estúpida.

¡Porque no lo soy!

Estoy cansada de preocuparme por problemas que no son míos, por las batallas de otras personas, personas que tan solo me dan una palmadita en la espalda por participar.

¿Que acaso no se dan cuenta de lo mucho que me esfuerzo? De que acabo recibiendo más heridas de las necesarias. ¿De que no es mi obligación estar ahí? De que lo hago porque quiero.

Estoy cansada de que personas que no me conocen se atrevan a juzgarme.

¿Que acaso cuesta tanto acercarte y saludar? Descubrir por uno mismo las distintas facetas de una persona, antes de hacerte una idea truncada de ella.

Estoy cansada de que se aprovechen de mi personalidad.

Por que, parece que lo que antes era un favor agradecido ahora se convierte en una obligación forzada. Si me niego a hacer algo, entonces la mala soy yo, claramente.

Estoy cansada de alargar el brazo para alcanzar a los demás, y que esas personas no muestren ni el más ligero interés en cogerme la mano y rezagarse. Caminar a mi lado.

Estoy cansada de aguantar berrinches inmaduros , que provocan discusiones tontas ¡Que no deberían haber surgido en el primer momento!

Estoy cansada de los gritos.

Estoy cansada del miedo.

Estoy cansada de llorar y luego sonreír cómo si no pasase nada.

Pero sobre todo...

¡Sobre todo!

Estoy cansada de sentirme sola.

Parece que ese es mi único cometido y estoy harta. Harta de cambiar para no ser aceptada. Harta de tratar de ser perfecta, cuando está claro que no lo soy.

Harta, harta, tan harta...

Tan harta que muchas veces pienso en qué es lo que me ha llevado hoy aquí, en cómo sería mi vida si no hubiera tomado determinadas decisiones.

¿Me sentiría sola y estúpida, en un mundo lleno de seres egoístas, o formaría parte de ellos y conseguiría (¡Al fin!) estar acompañada?


Por ahora solo puedo esperar y desear que las cosas cambien.

Esperar en silencio, oculta, sola y, sobre todo, muy cansada.

jueves, 24 de octubre de 2013

Opiniones

Ha llegado un momento de mi vida que, realmente, estaba temiendo que llegase.

La integración en la política.

Poco a poco, cada vez más, me doy cuenta lo fuertes que son las convicciones de una persona, de lo mucho que nos puede hacer cambiar una idea implantada por otros, de lo manipulables que somos. De las condiciones a las que está sometida la sociedad.
La universidad es un mundo nuevo en ese aspecto, los alumnos, la gente, es más madura, comienza a preocuparse por cosas cómo la justicia, la moralidad, es normal, somos más cultos, más mayores, más adultos.

Pero hay mucha gente que sigue actuando como un niño. Y yo realmente me pregunto sí, en algún momento dejamos de serlo.
En el fondo todos somos niños, niños ocultos tras la fachada de la madurez, que han ido captando ideas y asociándolas, niños que han sido influenciados por su medio de una manera inconsciente y se relacionan con él en torno a sus convicciones.  Supongo que es a eso a lo que se refieren los literatos cuando dicen que buscamos a nuestro niño interior, que a veces lo dejamos salir...

Me desvío del tema. Lo siento.

Escribo esto sentada en un banco de la facultad, facultad que, he de decir que está vacía por la huelga general convocada hoy.
¡No estoy aquí para criticar esta situación! Claro que no. De hecho estoy a favor de ello, me parece admirable que haya gente que quiera salir a la calle a protestar por sus derechos, a ir con sus temores pintandos en el rostro para que todo el mundo les mire y se conciencien de las cosas que pasan.
Pero no por apoyarla desde los márgenes voy a dejar que me arrastren dentro.

Es todo estadística, en realidad. Si tanta gente está en desacuerdo con las medidas elaboradas por el gobierno, lo único que tienen que hacer esperar un par de años y entonces votar a otras personas para decidir las cosas. Pero en la democracia, lamentablemente, no rigen los ideales o la moralidad de un grupo individual, rigen las de todo el mundo, de la mayoría.
Y puede que no sea el sistema más justo, ¿pero qué sistema político lo es? Nunca va a llover a gusto de todos, sobre todo si hay intereses económicos e ideales de por medio.

En España tendemos a ver las cosas blancas y negras, azules y rojas.
¿Pero no es cierto que hay muchas gamas intermedias entre esos colores? ¿Qué hay del gris, o del morado?
Con poco que defiendas el derecho a la educación pública te llaman comunista.
Con poco que te muestres a favor del ahorro de gastos te llaman fascista.

El otro día hablando con un amigo me dijo que también es posible que las cosas sean tan radicales porque estamos influenciados por algo que apenas sucedió hace un siglo. La recesión dio lugar a un país roto, que se aferró a la política, a la democracia, con fuerza, e incluso los niños que hay en nosotros, que no vieron las barbaries que la guerra dejó tras de si, somos conscientes de ello. El abuelo o la abuela contando sus historias, los padres  educándonos desde que nacimos para decirnos qué está bien o mal…

Pero tendríamos que ser capaces de decidir por nosotros qué es lo correcto.
Pensar ¿Si esto molesta a tanta gente, por qué no se hace nada? ¿Qué estamos haciendo mal?
No basarnos en lo que nos dicen las noticias, o los amigos, o la familia sobre ello. ¡Por dios! ¡Ni siquiera los libros son fiables en este aspecto!

¿Y eso por qué?

Porque todo está influenciado por las personas y sus ideas individuales.
Si tienes un profesor muy nacionalista enseñándote historia, no será lo mismo que si fuera comunista, o  fascista, o teólogo.
Si lees un libro escrito por alguien con ideales de derechas,¿ cómo vas a saber el punto de vista de la izquierda con respecto a esos temas?

Todos deberíamos ser capaces de ser conscientes de esto, de no creer en todo lo que nos cuentan, de no dejarnos influenciar.
Pero cómo he dicho, hay muchos que aún siguen siendo niños, y no son capaces de ver ese velo difuso que oculta la verdad en todo lo que oímos, vemos, leemos.
Niños que, se aferran a sus ideales y tratan de imponértelos de la misma manera que se los impusieron a ellos. Niños que se vuelven violentos cuando les llevas la contraria. Que tienen pataletas.
¿Cómo pretendemos arreglar las cosas si la mayoría no somos realmente ni adultos? En serio que a veces parecemos ovejas, siguiendo a un rebaño, de un modo u otro. ¿Tan poca personalidad tiene la gente? ¿Tan influenciables somos?


A mí me da mucho que pensar.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Anonimato.

*suspiro largo*

No sé ni cómo empezar esta entrada.

No tengo conexión wi-fi, y puede que lo que pienso ahora con respeto a lo que voy a hablar en un par de semanas no signifique nada, pero me siento en necesidad de explayarme. Y parece que este sitio es el único en que tengo “libertad de expresión” con muchas comillas.

En internet es usual escudarse tras el anonimato al actuar. No es sensato dar tus datos, tu dirección, enseñar tu cara, o contar tu historia personal a completos desconocidos cuyas mentes podrían ser lo más retorcido que existe. El anonimato es una máscara de protección, un escudo.

Aunque hay mucha gente que gusta de usarlo cómo arma y arrojárselo a la cara a otras personas, para después ocultar la mano que tiró la piedra.


En la red, puedes escoger quien quieres ser, puedes formarte una reputación completamente distinta a la que tienes en la vida real, puedes decidir quién ser. A fin de cuentas, ¿Qué saben realmente de ti un puñado de desconocidos?

Personalmente me parece algo que indagar, de estudio incluso, lo distinta que puede ser la gente cuando está hablando con un desconocido.
Y es asombroso porque, a menudo, lo que es realmente una tapadera es tu vida real. Quien eres tu realmente, tu manera de pensar, o de expresarte, es mucho más fácil de mostrar bajo la ilusión de que es una máscara, y pensar que hay alguien anónimo, que no tiene ideas preconcebidas de ti, desea, quiere, prefiere pasar su tiempo libre online tratando de conocer a esa persona que tratas de mostrar, es extraordinariamente satisfactorio.


Todos los que hacemos vida social online vivimos con un miedo. El miedo de ver que la persona tras la máscara que has estado tratando de conocer, sea alguien completamente distinto en la realidad. Miedo de descubrir que tu mejor amigo peruano en realidad es un pederasta que vive en tu barrio, o miedo de que aquel de quien crees haberte enamorado en realidad sea un gilipollas compartiendo unas risas con unos colegas haciéndose pasar por otra persona.

Son casos muy extremos, ¿verdad? Pero yo conozco muy bien ese miedo.

Es por eso que, la primera vez que desvirtualizo a alguien, siempre recupero algo de fe en la sociedad. Pensar que esa persona a la que apenas conocía de nada, ha formado parte en cosas que la mayoría de la gente IRL desconoce, y que es real, y existe, y que hay gente buena en el mundo y solo hay que buscarla, me llena de afecto.

Sin duda internet ha revolucionando las relaciones sociales tal y como las conocemos. En tal punto, que las generaciones actuales no la entienden y a menudo la rechazan. Me pregunto si, cuando yo tenga hijos, todo habrá vuelto a cambiar, y será mucho más fácil comunicarse y conocer gente nueva.


Me pregunto si será también más fácil dañar a los demás.


Porque es cierto. Hoy día no es necesario conocer a una persona para hacerla sufrir ¿no es asi? Unas pocas palabras, expresadas de la manera adecuada, pueden herir de la forma más profunda.

Pero hay gente que no comprende eso. Esa fuerza. La fuerza que nos da el anonimato.
(Oh dioses, ahora me vino a la cabeza el cómic de V de Vendetta, o la organización Anonymous ¿Los conoceis? Si sí, seguro que estais pensando lo mismo que yo.)

Hoy día, algo tan bonito como la comunicación entre personas anónimas puede ser una fuerza imparable. Sobre todo si esa fuerza se conjura en un lugar como la red, en este gran baile de máscaras. Una palabra de alguien influyente en la red puede mover masas de gente anónima.

Gente que no conoce a los demás, que pueden atacar en base a una idea preconcebida.

Eso en la vida real, es algo impensable.

Y con esto llego al punto que me ha llevado a escribir esta entrada.

¿De verdad es bueno seguir tan ciegamente algo desconocido?

Una persona con cabeza ni se plantea la respuesta…

…no.

No.

¡No!

¡Claro que no! ¡Es absurdo!

Tenemos derecho a opinar, a mostrar nuestras ideas, a que nos den la oportunidad de pensar, de indagar, de conocer.

Yo, personalmente estoy harta de callarme,  de tener miedo de la opinión de desconocidos en un baile de máscaras.

Estoy harta de que la gente use el anonimato para escudarse y crecerse ante otras personas. ¿Por qué lo hacen? ¿Se sienten superior al resto de los internautas?

Aquí todos entramos con la misma máscara en blanco.

Somos iguales.

Es sinceramente absurdo.

¿O acaso no nacemos todos desnudos y morimos exalando un último suspiro?


viernes, 5 de julio de 2013

La corsetería de las relaciones.


"El ser humano es una criatura sociable."

 

Es cierto que las personas necesitamos rodearnos de gente para coexistir. Hay muy poca gente “realmente antisocial”. En el sentido más estricto de la palabra.Todos necesitamos lazos, uniones, hilos, que nos conectan los unos a los otros. Pueden ser lazos afectivos. Lazos familiares.

Lazos.

Siempre hemos de tener a alguien que nos apoye. Porque sostener el peso de uno mismo, a veces se hace muy duro. Estar realmente solo es, en mi opinión, un peso de infinita crueldad.

 

Todos tenemos miedo de la soledad.

 

Y es por eso que, directa, o indirectamente, nos rodeamos de personas que comparten ese mismo miedo, personas compatibles con quien pasar nuestros momentos, con quien sentirnos cómodos. Establecemos relaciones. Pero hay momentos en las que esas relaciones han de ser reguladas.

En realidad, todos esos lazos están clasificados, según su origen, su tipo , lo que los hace fuertes, su duración. Todo, todo,  es una gran pirámide.

Es por ello que en su cúspide, no puede haber demasiados lazos, porque entonces esas relaciones estarían destinadas a descarrilar, a despeñarse por las aristas, y a perderse en el vacío. Pero tampoco puede haber una pirámide sin base, porque en caso de que la parte superior se  desgastase, podríamos topar con el vacio más rápido de lo que pensamos.

 
Nos necesitamos los unos a los otros. Pero también necesitamos nuestro espacio.

Amor, amistad, compañerismo, simpatía ; son distintos grados de una misma cosa y el necesitarlos no nos hace débiles, simplemente nos hace más humanos. Pero hemos de saber diferenciar un tipo de lazo de otro, y hemos de saber retirar aquellos que sólo peligran enmarañar nuestra red social, y guardar muy dentro aquellos que mantienen unidas las piezas que conforman nuestra alma.

Y hemos de saber respetar a aquellos que hacen sus decisiones con respecto a sus lazos, hemos de tratar de comprender sus motivos. La base de las relaciones es el respeto, y la confianza, da igual el tipo de relación que sea. Una amistad, o una relación amorosa nunca puede ser forzada, simplemente surge y ya está. ¿No es cierto? Surgen de cosas pequeñas, cómo demostrar que estas cerca cuando te necesitan, mostrar afecto aún sin necesitar un motivo en especial. Gestos, expresiones, risas.

Es por eso que no comprendo demasiado bien a aquellas personas que van detrás de los demás...

O quizás si. Tienen miedo de no valer lo suficiente por sí mismos. De que nadie repare en ellos.

Pero tampoco comprendo a esas personas que toman un lazo fuerte, se lo atan al cuello, y pretenden usarlo para demostrar lo mucho que valen.

A veces pienso que algunas personas se lo atan demasiado fuerte.

Tan fuerte que no les llega el oxígeno al cerebro.

Y me da mucha lástima.

Somos P E R S O N A S.
TODOS sentimos, sufrimos, reímos, lloramos, callamos y nos enfadamos.
¿Qué tiene de especial tener un lazo más o un lazo menos? ¿ Acaso nos hace mejor personas una pirámide más bien cónica o más cuadrada?
Ciudad de vuestros lazos.
Porque a pesar de que se corten siempre quedará un extremo suelto atado a nuestro corazón.

jueves, 23 de agosto de 2012

Compleja estupidez.


Hola bloggers (los pocos que continúan leyendo esto, pequeños ninjas cotillas) supongo que os preguntareis a qué se debe mi larga pausa escritora, mis ausencias repentinas y esas cosas, ¿verdad?

No podría detallar con exactitud todo lo que ha ocurrido en los últimos meses, pero ayer, por la noche, me vi en la necesidad de buscar una fuente de escape, algo que permitiera liberar –un poco- mi tumultada mente por los sucesos acontecidos en la actualidad.

Y entonces pensé en el blog. Este pequeño lugar dónde, de vez en cuando me abro al mundo.
Y aquí estoy.

No mentiré si digo que tengo problemas. ¡Muchos! Los típicos de una adolescente que apenas alcanzo la mayoría de edad, pero lleva teniendo la madurez que se le atribuye  desde hace mucho tiempo.
Pensé que los meses veraniegos fuera me relajarían ( y en cierto modo, sí que lo hicieron) pero los retiros espirituales no duran para siempre, y es entonces, cuando has dejado de pensar en los problemas, cuando vuelven y te golpean con más fuerza.
Me siento estresada. Harta.

Hay veces en las que creo que la única con cabeza en determinados asuntos soy yo misma.
Egocéntrica, pensaréis,¿ a qué viene todo esto?
Pues bien.

Siempre he tratado de permanecer en el lado neutral de las cosas. Y a menudo lo consigo, no sin ello ganándome la desconfianza de ambos bandos.
Siempre me ha dolido eso.

Para mí, que he conocido la más profunda oscuridad (hasta el punto de tratar de sacarla de mi de manera forzada) las amistades, la gente que me rodea, y todo lo que puede alegrarme un poco el día hace que me sienta segura, como si me iluminaran.
Siempre he pensado que las almas de las personas son como el cielo nocturno. Muchas veces está tan nublado que no hay luz ninguna a la vista, otras, el brillo de la luna eclipsa al de las otras luces provenientes del cielo. Y cuando ni uno ni lo otro ocurre, las estrellas velan por nosotros.
Las estrellas, los amigos. ¿Veis a dónde quiero llegar?

Cada persona que conocemos deja una marca imborrable  en nosotros. Puede que en determinado momento, nuestros destinos se separen, pero forman parte de nuestro pasado, de nuestra historia.
En cierto modo yo siempre me he sentido agradecida hacia las personas que me he encontrado. Por mucho daño que me hallan hecho. Son parte de mí.
Personas que hicieron que me volviera más fuerte por mí misma, que quisiera defender a los demás del dolor. Personas que me demostraron que el mundo no es tan oscuro como el juicio pinta. Personas que me enseñaron a creer en mí misma, en ser fiel a mis convicciones.
Es por eso que no conozco el rencor.

Me parece innecesario.

Quizás no estéis de acuerdo conmigo, pero pienso que una vez una persona está fuera de mi vida y sé que no me va a hacer daño, no es necesario volver a pensar en ella, o si acaso, recordar los buenos momentos con un toque algo amargo, y la lección que su partida me enseñó.

Guardarle rencor a esas personas es darle una importancia que, realmente, ya no tienen.

Además ¡Solo da problemas! ¿No coincidís conmigo?

Es por eso que cuando veo que hay gente que no sabe pasar página. Que guarda rencor hacia quien le ha expulsado de su vida. No lo entiendo.
¡No lo entiendo!

¿De qué sirve centrarse en el pasado?  Así el presente no es más que un sinfín de problemas y enredos que no conducen a ninguna parte.(Es un tanto irónico que yo lo diga, teniendo en cuenta que, de vez en cuando me lamento por cómo han ido las cosas ¡ pero de verdad que lo creo! )
Las discusiones que se centran en ello, siempre me han preocupado.

Los problemas entre las personas que se quieren no surgen de manera esporádica. Yo siempre he pensado que hay una razón para cada cosa.
No, no me trago que la gente sea “mala por naturaleza”. Algún motivo oculto hay siempre tras el comportamiento del ser humano. Hasta Freud Y Nietszche lo decían.
Yo siempre digo que, en las discusiones no hay buenos ni malos.
Solo hay miedo, malentendidos, orgullo, y palabras por decir.

Si todos supiésemos ser humildes, si pudiéramos ser empáticos y ponernos en el lugar de la otra persona, en vez de cegarnos por la rabia y el orgullo. Sabríamos reaccionar a tiempo.

Quizás en eso esté la clave de que rara vez yo discuto.

Veo las razones y los motivos de ambas partes. Y ambas me parecen válidas. ¡Y me doy cuenta de lo estúpido de la situación! ¡De la cantidad de cosas que se solucionarían con un “lo siento” o con tragarse un poco el orgullo y abrir los ojos!
Es entonces cuando trato que las partes hablen, arreglen sus diferencias, se den cuenta de lo que yo he visto con tanta facilidad.

Pero es entonces cuando me doy cuenta de que mucha gente está ciega de inmadurez. Se niegan a ver  lo que es evidente.

La verdad en sí es dolorosa. Por eso es mucho más fácil sumirse en la autonegación, ¿verdad?
Pero por desgracia, de ese modo, los problemas no hacen más que acrecentarse.


Los seres humanos nos sentimos solos por naturaleza.
Desde siempre, buscamos la aprobación y la compañía de otras personas, hasta encontrar a alguien que lo dé todo por nosotros a cambio de un trato mutuo.

Nos aterra la soledad.
Es por eso que uno de nuestros mayores miedos es la muerte.
¿Nunca lo habéis pensado?

Cuando lleguemos al final de la vida, nos daremos cuenta de que todo, nuestras experiencias, la gente que forma parte del firmamento que adorna nuestra alma, no van a llegar a ninguna parte. Se difuminarán con nosotros. Desaparecerán con el fin de nuestra propia existencia.
¿De qué sirve entonces, vivir?

Ya lo decía Nietszche “ Cuando el ser humano se dé cuenta de la finalidad de su existencia, surgirá entonces la voluntad de vivir”.
En resumen.
Disfruta el trayecto mientras dure, porque al final del camino, no habrá nadie que te acompañe. Y una vez llegues allí, y recuerdes todo lo que ha acontecido, a todas esas personas que, ya no están en tu vida, pero si en tus recuerdos; todas esas lágrimas, risas, abrazos, caricias, experiencias, todo ello… entonces te darás cuenta de que, en cierto modo ellos acabarán igual que tú.

Aún queda mucho para mi muerte (espero) y por eso, creo que me gustaría recordar con cariño todo, sin rencor, sin miedo, sin dolor.  ¿No lo querríais vosotros así?

Bueno, me he desviado del tema.

Con todo esto quería dejar claro que las personas que forman parte de nuestra vida son siempre importantes en cierto modo.
Es por eso que  nos duele darnos cuenta de que ya no nos necesitan. Rechazamos esa idea.

A mí me pasa constantemente.

¿Pero qué le voy a decir a mis amigos? ¿Qué me molesta no ser tan importante para ellos como yo  creía? ¿Que siento ser una aburrida que hasta la gente se cansa de mi? ¿Qué me duele?

Sería lo más correcto.

Si de verdad importo a la gente, si de verdad me aprecian, sabrán comprenderlo y negarlo todas las veces que haga falta.
Pero siempre está ese miedo.

El miedo a confirmar las sospechas. A que no te lo nieguen.

A verse solo.

Y es por eso que muchas veces veo como, gente a mi alrededor que me importa, se va alejando sin darse cuenta. Hasta convertirnos en completos extraños.
Y llega el día en que, ya me da igual, porque han dejado de ser importantes.

Pero eso no quita que no sea doloroso pensar en ellos.

Así es como me lo tomo yo normalmente.

Pero otras personas luchan. Se resisten. Gritan como se sienten a los cuatro vientos, pelean con uñas y dientes por hacerse escuchar.
Es admirable; en cierto modo. Me gustaría poder hacer lo mismo.

Si no me pareciera tan inmaduramente innecesario.

Porque así sólo conseguimos provocar un conflicto con un pequeño malentendido. Que pronto se torna una batalla a muerte llena de rencor y sangre.
Muchas veces la batalla consigue aliviarse, y la amistad se recupera, pero eso no quita que el historial entre vosotros esté limpio. Es difícil olvidar algo que duele.

Quizás sea que soy un poco cobarde, que tengo miedo a quedar manchada.

Porque al cabo de un tiempo esa pequeña mancha volverá a morderos la nuca cuando menos lo esperéis.

La inseguridad estará ahí siempre.

Otra veces, la batalla acaba con ambos bandos heridos. Las personas cortan el contacto y se retiran a tratar de recomponer su destrozado orgullo.
Pero ambos, AMBOS, acaban malheridos.
Ambos recordarán ese momento como el que les separó.
Y probablemente al cabo de unos años lo recuerden y se arrepientan, y piensen “Qué estúpido fui en aquel momento.” Y sonrían con amarga madurez.

¿Por qué estamos tan ciegos?
¿Por qué nos sentimos solos?
¿Por qué somos tan orgullosos?

Sin duda, los seres humanos somos complejamente estúpidos.

lunes, 4 de junio de 2012

Sentirse pequeño.

>>¿Alguna vez, te has sentido pequeño?



No pequeño como un niño, como la inocencia pura y la juventud apresurada.


Pequeño en el sentido literal de la palabra. Como si todo a tu alrededor te superase.


Como si realmente, no importaras nada.<<

Os hablo en serio cuando digo que no debería estar escribiendo, mañana es mi examen general de la PAU y no lo he estudiado tanto como debería, pero necesito desahogarme, distraerme, dejar los ojos en blanco un momento y decirme a mi misma, en voz baja; ¡Tú puedes...!

Últimamente no me siento demasiado bien....

....no sabría explicarlo, supongo que he vuelto a sobrepasarme,a dar demasiado para los demás y muy poco a mí misma. Las broncas entre mis amigos se suceden y ha llegado a un punto en que siento ojeras en los ojos, por mucho que haya dormido. Estoy cansada de luchar... de estar siempre en medio.

Me duele la espalda por soportar peso durante demasiado tiempo.

Me siento acosada a veces, y otras completamente abandonada; supongo que este exilio es culpa mía, porque me he vuelto a cerrar sobre mí misma...

...no quiero que vuelva a pasar.

No quiero que vuelvan a hacerme daño.

Pero últimamente tengo esa sensación, de que algo horrible me va a caer encima.
Estoy inquieta.

Gente en la que confiaba no quiere hablar conmigo, las circustancias me alejan de los demás.
Supongo que me lo he ido buscando yo sola.

Porque soy pequeña, invisible. Insignificante.

Al menos es lo que yo creo.


He tratado de arreglarlo, lo hecho, hecho está.

Ahora solo queda ver que nos depara el destino y si las cartas son buenas.