Ha llegado un momento de mi vida que, realmente, estaba
temiendo que llegase.
La integración en la política.
Poco a poco, cada vez más, me doy cuenta lo fuertes que son
las convicciones de una persona, de lo mucho que nos puede hacer cambiar una
idea implantada por otros, de lo manipulables que somos. De las condiciones a
las que está sometida la sociedad.
La universidad es un mundo nuevo en ese aspecto, los
alumnos, la gente, es más madura, comienza a preocuparse por cosas cómo la
justicia, la moralidad, es normal, somos más cultos, más mayores, más adultos.
Pero hay mucha gente que sigue actuando como un niño. Y yo
realmente me pregunto sí, en algún momento dejamos de serlo.
En el fondo todos somos niños, niños ocultos tras la fachada
de la madurez, que han ido captando ideas y asociándolas, niños que han sido
influenciados por su medio de una manera inconsciente y se relacionan con él en
torno a sus convicciones. Supongo que es
a eso a lo que se refieren los literatos cuando dicen que buscamos a nuestro
niño interior, que a veces lo dejamos salir...
Me desvío del tema. Lo siento.
Escribo esto sentada en un banco de la facultad, facultad
que, he de decir que está vacía por la huelga general convocada hoy.
¡No estoy aquí para criticar esta situación! Claro que no.
De hecho estoy a favor de ello, me parece admirable que haya gente que quiera
salir a la calle a protestar por sus derechos, a ir con sus temores pintandos
en el rostro para que todo el mundo les mire y se conciencien de las cosas que
pasan.
Pero no por apoyarla desde los márgenes voy a dejar que me
arrastren dentro.
Es todo estadística, en realidad. Si tanta gente está en
desacuerdo con las medidas elaboradas por el gobierno, lo único que tienen que
hacer esperar un par de años y entonces votar a otras personas para decidir las
cosas. Pero en la democracia, lamentablemente, no rigen los ideales o la
moralidad de un grupo individual, rigen las de todo el mundo, de la mayoría.
Y puede que no sea el sistema más justo, ¿pero qué sistema
político lo es? Nunca va a llover a gusto de todos, sobre todo si hay intereses
económicos e ideales de por medio.
En España tendemos a ver las cosas blancas y negras, azules
y rojas.
¿Pero no es cierto que hay muchas gamas intermedias entre
esos colores? ¿Qué hay del gris, o del morado?
Con poco que defiendas el derecho a la educación pública te
llaman comunista.
Con poco que te muestres a favor del ahorro de gastos te
llaman fascista.
El otro día hablando con un amigo me dijo que también es
posible que las cosas sean tan radicales porque estamos influenciados por algo
que apenas sucedió hace un siglo. La recesión dio lugar a un país roto, que se
aferró a la política, a la democracia, con fuerza, e incluso los niños que hay
en nosotros, que no vieron las barbaries que la guerra dejó tras de si, somos
conscientes de ello. El abuelo o la abuela contando sus historias, los padres educándonos desde que nacimos para decirnos
qué está bien o mal…
Pero tendríamos que ser capaces de decidir por nosotros qué es
lo correcto.
Pensar ¿Si esto molesta a tanta gente, por qué no se hace
nada? ¿Qué estamos haciendo mal?
No basarnos en lo que nos dicen las noticias, o los amigos,
o la familia sobre ello. ¡Por dios! ¡Ni siquiera los libros son fiables en este
aspecto!
¿Y eso por qué?
Porque todo está influenciado por las personas y sus ideas
individuales.
Si tienes un profesor muy nacionalista enseñándote historia,
no será lo mismo que si fuera comunista, o
fascista, o teólogo.
Si lees un libro escrito por alguien con ideales de
derechas,¿ cómo vas a saber el punto de vista de la izquierda con respecto a
esos temas?
Todos deberíamos ser capaces de ser conscientes de esto, de
no creer en todo lo que nos cuentan, de no dejarnos influenciar.
Pero cómo he dicho, hay muchos que aún siguen siendo niños,
y no son capaces de ver ese velo difuso que oculta la verdad en todo lo que
oímos, vemos, leemos.
Niños que, se aferran a sus ideales y tratan de imponértelos
de la misma manera que se los impusieron a ellos. Niños que se vuelven
violentos cuando les llevas la contraria. Que tienen pataletas.
¿Cómo pretendemos arreglar las cosas si la mayoría no somos
realmente ni adultos? En serio que a veces parecemos ovejas, siguiendo a un
rebaño, de un modo u otro. ¿Tan poca personalidad tiene la gente? ¿Tan
influenciables somos?
A mí me da mucho que pensar.