jueves, 24 de octubre de 2013

Opiniones

Ha llegado un momento de mi vida que, realmente, estaba temiendo que llegase.

La integración en la política.

Poco a poco, cada vez más, me doy cuenta lo fuertes que son las convicciones de una persona, de lo mucho que nos puede hacer cambiar una idea implantada por otros, de lo manipulables que somos. De las condiciones a las que está sometida la sociedad.
La universidad es un mundo nuevo en ese aspecto, los alumnos, la gente, es más madura, comienza a preocuparse por cosas cómo la justicia, la moralidad, es normal, somos más cultos, más mayores, más adultos.

Pero hay mucha gente que sigue actuando como un niño. Y yo realmente me pregunto sí, en algún momento dejamos de serlo.
En el fondo todos somos niños, niños ocultos tras la fachada de la madurez, que han ido captando ideas y asociándolas, niños que han sido influenciados por su medio de una manera inconsciente y se relacionan con él en torno a sus convicciones.  Supongo que es a eso a lo que se refieren los literatos cuando dicen que buscamos a nuestro niño interior, que a veces lo dejamos salir...

Me desvío del tema. Lo siento.

Escribo esto sentada en un banco de la facultad, facultad que, he de decir que está vacía por la huelga general convocada hoy.
¡No estoy aquí para criticar esta situación! Claro que no. De hecho estoy a favor de ello, me parece admirable que haya gente que quiera salir a la calle a protestar por sus derechos, a ir con sus temores pintandos en el rostro para que todo el mundo les mire y se conciencien de las cosas que pasan.
Pero no por apoyarla desde los márgenes voy a dejar que me arrastren dentro.

Es todo estadística, en realidad. Si tanta gente está en desacuerdo con las medidas elaboradas por el gobierno, lo único que tienen que hacer esperar un par de años y entonces votar a otras personas para decidir las cosas. Pero en la democracia, lamentablemente, no rigen los ideales o la moralidad de un grupo individual, rigen las de todo el mundo, de la mayoría.
Y puede que no sea el sistema más justo, ¿pero qué sistema político lo es? Nunca va a llover a gusto de todos, sobre todo si hay intereses económicos e ideales de por medio.

En España tendemos a ver las cosas blancas y negras, azules y rojas.
¿Pero no es cierto que hay muchas gamas intermedias entre esos colores? ¿Qué hay del gris, o del morado?
Con poco que defiendas el derecho a la educación pública te llaman comunista.
Con poco que te muestres a favor del ahorro de gastos te llaman fascista.

El otro día hablando con un amigo me dijo que también es posible que las cosas sean tan radicales porque estamos influenciados por algo que apenas sucedió hace un siglo. La recesión dio lugar a un país roto, que se aferró a la política, a la democracia, con fuerza, e incluso los niños que hay en nosotros, que no vieron las barbaries que la guerra dejó tras de si, somos conscientes de ello. El abuelo o la abuela contando sus historias, los padres  educándonos desde que nacimos para decirnos qué está bien o mal…

Pero tendríamos que ser capaces de decidir por nosotros qué es lo correcto.
Pensar ¿Si esto molesta a tanta gente, por qué no se hace nada? ¿Qué estamos haciendo mal?
No basarnos en lo que nos dicen las noticias, o los amigos, o la familia sobre ello. ¡Por dios! ¡Ni siquiera los libros son fiables en este aspecto!

¿Y eso por qué?

Porque todo está influenciado por las personas y sus ideas individuales.
Si tienes un profesor muy nacionalista enseñándote historia, no será lo mismo que si fuera comunista, o  fascista, o teólogo.
Si lees un libro escrito por alguien con ideales de derechas,¿ cómo vas a saber el punto de vista de la izquierda con respecto a esos temas?

Todos deberíamos ser capaces de ser conscientes de esto, de no creer en todo lo que nos cuentan, de no dejarnos influenciar.
Pero cómo he dicho, hay muchos que aún siguen siendo niños, y no son capaces de ver ese velo difuso que oculta la verdad en todo lo que oímos, vemos, leemos.
Niños que, se aferran a sus ideales y tratan de imponértelos de la misma manera que se los impusieron a ellos. Niños que se vuelven violentos cuando les llevas la contraria. Que tienen pataletas.
¿Cómo pretendemos arreglar las cosas si la mayoría no somos realmente ni adultos? En serio que a veces parecemos ovejas, siguiendo a un rebaño, de un modo u otro. ¿Tan poca personalidad tiene la gente? ¿Tan influenciables somos?


A mí me da mucho que pensar.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Anonimato.

*suspiro largo*

No sé ni cómo empezar esta entrada.

No tengo conexión wi-fi, y puede que lo que pienso ahora con respeto a lo que voy a hablar en un par de semanas no signifique nada, pero me siento en necesidad de explayarme. Y parece que este sitio es el único en que tengo “libertad de expresión” con muchas comillas.

En internet es usual escudarse tras el anonimato al actuar. No es sensato dar tus datos, tu dirección, enseñar tu cara, o contar tu historia personal a completos desconocidos cuyas mentes podrían ser lo más retorcido que existe. El anonimato es una máscara de protección, un escudo.

Aunque hay mucha gente que gusta de usarlo cómo arma y arrojárselo a la cara a otras personas, para después ocultar la mano que tiró la piedra.


En la red, puedes escoger quien quieres ser, puedes formarte una reputación completamente distinta a la que tienes en la vida real, puedes decidir quién ser. A fin de cuentas, ¿Qué saben realmente de ti un puñado de desconocidos?

Personalmente me parece algo que indagar, de estudio incluso, lo distinta que puede ser la gente cuando está hablando con un desconocido.
Y es asombroso porque, a menudo, lo que es realmente una tapadera es tu vida real. Quien eres tu realmente, tu manera de pensar, o de expresarte, es mucho más fácil de mostrar bajo la ilusión de que es una máscara, y pensar que hay alguien anónimo, que no tiene ideas preconcebidas de ti, desea, quiere, prefiere pasar su tiempo libre online tratando de conocer a esa persona que tratas de mostrar, es extraordinariamente satisfactorio.


Todos los que hacemos vida social online vivimos con un miedo. El miedo de ver que la persona tras la máscara que has estado tratando de conocer, sea alguien completamente distinto en la realidad. Miedo de descubrir que tu mejor amigo peruano en realidad es un pederasta que vive en tu barrio, o miedo de que aquel de quien crees haberte enamorado en realidad sea un gilipollas compartiendo unas risas con unos colegas haciéndose pasar por otra persona.

Son casos muy extremos, ¿verdad? Pero yo conozco muy bien ese miedo.

Es por eso que, la primera vez que desvirtualizo a alguien, siempre recupero algo de fe en la sociedad. Pensar que esa persona a la que apenas conocía de nada, ha formado parte en cosas que la mayoría de la gente IRL desconoce, y que es real, y existe, y que hay gente buena en el mundo y solo hay que buscarla, me llena de afecto.

Sin duda internet ha revolucionando las relaciones sociales tal y como las conocemos. En tal punto, que las generaciones actuales no la entienden y a menudo la rechazan. Me pregunto si, cuando yo tenga hijos, todo habrá vuelto a cambiar, y será mucho más fácil comunicarse y conocer gente nueva.


Me pregunto si será también más fácil dañar a los demás.


Porque es cierto. Hoy día no es necesario conocer a una persona para hacerla sufrir ¿no es asi? Unas pocas palabras, expresadas de la manera adecuada, pueden herir de la forma más profunda.

Pero hay gente que no comprende eso. Esa fuerza. La fuerza que nos da el anonimato.
(Oh dioses, ahora me vino a la cabeza el cómic de V de Vendetta, o la organización Anonymous ¿Los conoceis? Si sí, seguro que estais pensando lo mismo que yo.)

Hoy día, algo tan bonito como la comunicación entre personas anónimas puede ser una fuerza imparable. Sobre todo si esa fuerza se conjura en un lugar como la red, en este gran baile de máscaras. Una palabra de alguien influyente en la red puede mover masas de gente anónima.

Gente que no conoce a los demás, que pueden atacar en base a una idea preconcebida.

Eso en la vida real, es algo impensable.

Y con esto llego al punto que me ha llevado a escribir esta entrada.

¿De verdad es bueno seguir tan ciegamente algo desconocido?

Una persona con cabeza ni se plantea la respuesta…

…no.

No.

¡No!

¡Claro que no! ¡Es absurdo!

Tenemos derecho a opinar, a mostrar nuestras ideas, a que nos den la oportunidad de pensar, de indagar, de conocer.

Yo, personalmente estoy harta de callarme,  de tener miedo de la opinión de desconocidos en un baile de máscaras.

Estoy harta de que la gente use el anonimato para escudarse y crecerse ante otras personas. ¿Por qué lo hacen? ¿Se sienten superior al resto de los internautas?

Aquí todos entramos con la misma máscara en blanco.

Somos iguales.

Es sinceramente absurdo.

¿O acaso no nacemos todos desnudos y morimos exalando un último suspiro?


viernes, 5 de julio de 2013

La corsetería de las relaciones.


"El ser humano es una criatura sociable."

 

Es cierto que las personas necesitamos rodearnos de gente para coexistir. Hay muy poca gente “realmente antisocial”. En el sentido más estricto de la palabra.Todos necesitamos lazos, uniones, hilos, que nos conectan los unos a los otros. Pueden ser lazos afectivos. Lazos familiares.

Lazos.

Siempre hemos de tener a alguien que nos apoye. Porque sostener el peso de uno mismo, a veces se hace muy duro. Estar realmente solo es, en mi opinión, un peso de infinita crueldad.

 

Todos tenemos miedo de la soledad.

 

Y es por eso que, directa, o indirectamente, nos rodeamos de personas que comparten ese mismo miedo, personas compatibles con quien pasar nuestros momentos, con quien sentirnos cómodos. Establecemos relaciones. Pero hay momentos en las que esas relaciones han de ser reguladas.

En realidad, todos esos lazos están clasificados, según su origen, su tipo , lo que los hace fuertes, su duración. Todo, todo,  es una gran pirámide.

Es por ello que en su cúspide, no puede haber demasiados lazos, porque entonces esas relaciones estarían destinadas a descarrilar, a despeñarse por las aristas, y a perderse en el vacío. Pero tampoco puede haber una pirámide sin base, porque en caso de que la parte superior se  desgastase, podríamos topar con el vacio más rápido de lo que pensamos.

 
Nos necesitamos los unos a los otros. Pero también necesitamos nuestro espacio.

Amor, amistad, compañerismo, simpatía ; son distintos grados de una misma cosa y el necesitarlos no nos hace débiles, simplemente nos hace más humanos. Pero hemos de saber diferenciar un tipo de lazo de otro, y hemos de saber retirar aquellos que sólo peligran enmarañar nuestra red social, y guardar muy dentro aquellos que mantienen unidas las piezas que conforman nuestra alma.

Y hemos de saber respetar a aquellos que hacen sus decisiones con respecto a sus lazos, hemos de tratar de comprender sus motivos. La base de las relaciones es el respeto, y la confianza, da igual el tipo de relación que sea. Una amistad, o una relación amorosa nunca puede ser forzada, simplemente surge y ya está. ¿No es cierto? Surgen de cosas pequeñas, cómo demostrar que estas cerca cuando te necesitan, mostrar afecto aún sin necesitar un motivo en especial. Gestos, expresiones, risas.

Es por eso que no comprendo demasiado bien a aquellas personas que van detrás de los demás...

O quizás si. Tienen miedo de no valer lo suficiente por sí mismos. De que nadie repare en ellos.

Pero tampoco comprendo a esas personas que toman un lazo fuerte, se lo atan al cuello, y pretenden usarlo para demostrar lo mucho que valen.

A veces pienso que algunas personas se lo atan demasiado fuerte.

Tan fuerte que no les llega el oxígeno al cerebro.

Y me da mucha lástima.

Somos P E R S O N A S.
TODOS sentimos, sufrimos, reímos, lloramos, callamos y nos enfadamos.
¿Qué tiene de especial tener un lazo más o un lazo menos? ¿ Acaso nos hace mejor personas una pirámide más bien cónica o más cuadrada?
Ciudad de vuestros lazos.
Porque a pesar de que se corten siempre quedará un extremo suelto atado a nuestro corazón.